miércoles, 26 de marzo de 2014

Lamentos Finitos

Escribir con un lápiz me parece molesto, es como ser sentenciado a desahogar solo unas cuantas ideas. Quizás no sea tan malo, pues me obliga a medir mis palabras y a entender lo valiosas que son tales manifestaciones de grandeza.

¿No es el idioma la más grande riqueza? Pues en estos momentos añoro la virtualmente ilimitada cantidad de enunciados que me permitiría plasmar un lapicero o una computadora. Por el momento, me limito a disfrutar de la emoción que me trae escribir con este pobre lápiz.

Los recursos, que conforman a este humilde trozo de árbol, danzan a mi alrededor mientras la brisa me recuerda que cada palabra cuenta y que cada trazo es un placer que he de saborear mientras este pobre pedazo de madera me lo permita.

Las leyendas hablan de un instrumento que me permitiría extender mi ya notoria adicción a plasmar hasta el más mínimo pensamiento, en mi mente se dibuja un sacapuntas de plata, él refleja la solución a la muerte progresiva, sentencia dolorosa que se manifiesta en lamentos finitos.


*Originalmente escrito con un Lápiz.

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